Cronica del RAID 2003 por «La por es lliure»

Crónica del RAID 2003 por «La por es lliure»

24 de mayo, sábado; por fin, de nuevo, el momento esperado. A pesar de contar con la experiencia de ocho raids a nuestras espaldas, acudimos, con la misma ilusión, al ritual de ese primer día: cruce de bicicletas en la entrada de Los Molinos, comentarios en el aparcamiento sobre las máquinas que lucen algunos participantes, sus atuendos, los saludos entre la gente habitual de la prueba y, por supuesto, las conjeturas acerca del posible itinerario que nos habrán preparado para este año. Después de una corta espera que ocupamos en los clásicos estiramientos y en ingerir las milagrosas barritas energéticas, nos llega el momento de recibir las tarjetas con el número de equipo, colgarlas de la mochila o de la bici, y ya, el momento cumbre, el de recibir el mapa, auténtico objeto de culto celosamente guardado, que se convertirá en nuestro gran aliado o en nuestro peor enemigo y que, esta vez sí, trataremos de estudiar con suficiente serenidad para evitar dar un paso en falso que dé al traste con nuestros propósitos de hacerlo, este año, un poco mejor.

Por circunstancias personales no hemos podido llegar a esta edición en el mejor estado de forma. Apenas hemos practicado con la bicicleta y sabemos por experiencia que eso pasa factura a las piernas en cuanto te bajas de ella y tratas de correr por barrancos, subir y bajar cuestas, o brincar entre rocas. Por ello, nos hemos propuesto dosificar las fuerzas, no salir a lo loco, pero, eso sí, tratando de no perder ni un minuto más de lo necesario en cada una de las pruebas.

Mientras han ido saliendo los equipos que nos precedían nos hemos asegurado de que todo estuviese a punto. Sabemos que el fuerte calor nos va a perjudicar las dos primeras horas, el sorteo no nos ha favorecido y vamos a salir cerca de las dos del medio día. El momento ha llegado, tenemos entre las manos el mapa y nos lanzamos sobre él como locos, escudriñando cada línea, cada anotación, tratando de adivinar la ruta sin pasar nada por alto: Primer control, ¡eh, está en el pantano!, mira, hay que ir al Barranc Fort, sí, y al Castellá Colorat, calma, calma, vamos por puntos, vamos al primero, hay que ver en qué parte del pantano será esta vez, a ver, un momento, ya lo tengo claro, vamos allá, ¿vamos a cruzar por San Pascual o bajamos hasta el pueblo? Mejor bajamos y así vamos entrando en calor sin bajar de la bici, Venga, en marcha, que el crono ya está dando vueltas.

El punto estaba claro y hemos llegado sin titubeos. Un equipo de los que nos han precedido sale del control y eso nos confirma que hemos acertado. Rápidamente dejamos la bici, subimos a una piragua y, mientras vemos cómo otro equipo termina su ruta, nosotros empezamos nuestra travesía. El calor aprieta y las piernas agradecen el agua que las va empapando, haciendo más llevadera la prueba. El recorrido se hace largo; el que va delante no para de remar hacia las boyas mientras el último maneja el timón. Después de golpear de frente contra la peña conseguimos rodear las dos balizas y regresar al punto de partida, por supuesto hechos una sopa por el agua que llenaba la piragua. Nos calzamos y de nuevo sobre la bici. El segundo control está cerca, debemos prestar atención. (Más tarde supimos que bastantes equipos se habían saltado aquel control, debiendo retroceder mucho terreno o dándolo por perdido). Una rambla a la izquierda nos aparta del camino asfaltado para acudir a un punto donde cargados con la bici debemos cruzar una pequeña fosa sobre los peldaños de una escalera. Un pequeño apuro y de nuevo a correr. ¿Correr? La pendiente y el terreno infame nos obligan a hacer un largo trayecto acarreando la bici. Abochornados, el calor no deja de maltratarnos, de manera que a la vista del aljibe que unos cazadores han construido junto al camino, no dudamos en vaciar un par de cubos sobre nuestras cabezas; apenas un par de minutos perdidos pero llegamos frescos al tercer control, en el camino que sube de la antigua venta, en la carretera de la Garganta. El mapa nos indica que el cuarto control se sitúa en el mismo camino, así que, sin perder un momento, enfilamos con las bicicletas cuesta arriba. El más en forma de los tres se pone delante y marca el paso. Nos encontramos con dos largos repechos en los que decidimos dosificar las fuerzas. Sin más apuros llegamos al cuarto control, en pleno camino, sobre las paredes del Castell Vell, a la altura del Racó de la Monja. A nuestros pies un paisaje de una belleza espectacular, con unos cortados escalofriantes. Allí nos espera la primera sorpresa de la jornada, el rápel, ¡y qué rápel!. Después de unos pocos metros de descenso los pies se quedan sin el apoyo de la pared y te encuentras colgando en el vacío, abrazado a la cuerda y mirando hacia abajo con la esperanza de que la cuerda llegue hasta el suelo, un suelo que queda tremendamente lejos. De nuevo en tierra firme volvemos a desplegar el mapa. Las bicicletas han quedado arriba y ahora toca correr hasta localizar el quinto control. Observamos por las curvas de nivel que debe estar situado prácticamente a nuestra misma altura, así que campo a través, sin muchas dudas, llegamos al control utilizando el cauce de una antigua acequia. La gente del control nos ofrece un refresco y lo agradecemos con toda el alma.

El sexto control no tiene pérdida, debemos ascender por el Barranc Fort hasta su salida, cosa que podemos hacer gracias a las cuerdas y escalerillas instaladas por la organización. Estos obstáculos nos exigen un considerable esfuerzo pero, al fin, arropados por la belleza del barranco, logramos llegar arriba. A la salida, dos componentes de otro equipo ayudan a su compañero que, sentado sobre unas raíces, se resiste a seguir; uno de ellos le está masajeando las piernas. Viendo su gesto contrariado le ofrecemos nuestra ayuda pero asegura que está bien y que podrá continuar. Como el séptimo control se encuentra en el mismo punto que el cuarto no tenemos problemas para localizarlo pero, cuando tratamos de correr cuesta arriba, empezamos a notar que las fuerzas no dan ya para muchas alegrías. Llegados al control nos abastecemos de líquido y aprovechamos para descansar mientras estudiamos el resto de trayecto hasta la meta.
Montamos de nuevo en las bicis y emprendemos camino a través del Romeral, donde varios equipos deambulan tratando de localizar la senda para bajar al Castell Vell, una bajada peligrosa que algunos realizan a velocidad de vértigo jugándose el físico, en busca del control número ocho, situado en pleno camino, en un cruce que de nuevo cuesta arriba nos llevará hasta el Castellá Colorat. En este control alcanzamos a un grupo de gente que está pidiendo bebida y tratando de decidir la mejor ruta a seguir. Al ver que casi no dudamos para seguir la marcha se nos pegan como lapas y a pesar de que algunos de ellos se ven bastante enteros, no se atreven a despegarse, convencidos de que los vamos a guiar hasta el control número nueve. Todos sobre la bici pero sin atreverse a adelantarnos. Al llegar a una larga cuesta de tierra rojiza de una dureza realmente demoledora, ponemos de inmediato pie a tierra bajando de la bici para no reventar encima de ella; en ese momento, todos, al unísono, optan por hacer lo mismo y se bajan de sus bicicletas, como si sus fuerzas fueran exactamente iguales a las nuestras. Más tarde, al llegar a la zona del Castellá, cuando ya se puede ver claro el camino a seguir, desaparecen con sus bicis como un obús, y naturalmente, sin darnos las gracias.

En la zona en torno al barranco de Aigua Amarga, cerca del Pouet de la Mel, se encuentra el control número diez, el penúltimo de esta primera jornada; aquí va a tener lugar una de las más bonitas y exigentes pruebas del Raid, la de orientación. Tendremos que localizar cuatro de las balizas que la organización ha repartido por un terreno sinuoso, con escasa vegetación pero plagado de pequeños barrancos y contínuos desniveles. Las balizas están marcadas en un plano que trataremos de interpretar con la ayuda de una brújula. Allí nos encontramos con un buen número de equipos desperdigados por todo el paraje, tratando de localizar lo más rápidamente posible sus cuatro balizas.

Dejamos las prisas a un lado, el plano en el suelo, situamos nuestra posición, estudiamos la forma del terreno donde se sitúa cada baliza observando el trazado de las curvas de nivel, calculamos la distancia real con relación a la escala del plano, trazamos una línea imaginaria y nos dirigimos al punto calculado. Las dos primeras balizas no han ofrecido dificultad; hemos marcado el plano con los perforadores de cada baliza para demostrar que las hemos localizado y seguimos a por las dos restantes situadas bastante más lejos. La tercera baliza ofrece más dificultad por la proximidad de pequeñas cumbres de altura similar que nos cuesta identificar. Cambiamos impresiones entre los tres miembros del equipo y la segunda de las opciones que nos hemos planteado nos lleva hasta la deseada baliza. Trazamos la ruta de la cuarta. La vemos muy clara en el plano pero cuando llegamos al sitio no aparece. Nos hemos equivocado en el cálculo y ahora es más difícil tratar de situarla porque ya no tenemos un punto de referencia. Estas últimas subidas y bajadas han empezado a destrozar las piernas, aparecen las primeras rampas y el cansancio hace mella en nosotros; ya han pasado cerca de cinco horas desde nuestra salida. De vuelta al control, después de localizar la última baliza, nos ofrecen beber de un botijo de agua fresca y aunque nos cuesta dejar de beber, tenemos que salir hacia Los Molinos donde sabemos por la hoja de protocolo de la prueba que aún nos queda superar el último control, un rocódromo situado a la entrada de Los Molinos. Cada uno de los tres saca fuerzas de donde ya no quedan para, por turnos, trepar y asegurar a los compañeros y rápidamente volar hacia la meta con el premio de poder descansar, beber y, sobre todo, procurar no pensar en que aún nos queda otro día más de brega.

Al final de la jornada no nos ha ido tan mal, nos hemos clasificado entre los diez primeros equipos, de manera que podemos sentirnos satisfechos pero, en realidad esto nos trae sin cuidado, el objetivo era pasar una jornada pletórica de sensaciones y en ese sentido ha sido impresionante.

Segundo día. 25 de mayo, domingo. Ha costado levantarse pero nos motiva pensar qué nos tendrán preparado para hoy. Salimos muy pronto, antes de la nueve de la mañana. De nuevo un plano en nuestras manos y un trazado que, a primera vista, se nos antoja corto pero con bastante desnivel. No tardamos en localizar sobre el plano la ubicación del primer control. El protocolo nos dice que se sitúa en un barranco y que se cruzará mediante una tirolina en el sentido oeste-este, esa observación nos permite dirigir nuestros pasos al sitio adecuado, cerca del Pouet de la Mel. La siempre estimulante tirolina cede el paso de nuevo al mapa para localizar el segundo control, muy cerca de allí, al comienzo de la llamada senda dolsa. Los componentes de varios equipos ascendemos por la senda en busca del tercer control, pero éste se hace de rogar. Llegados al punto calculado no se ve nada. Algunos equipos siguen la senda alejándose una barbaridad. Nos damos cuenta de que en algo estamos fallando y nos paramos a estudiar el plano con más detalle y sin prisas, algún detalle se nos escapa. El punto sobre el que se marca el control está desierto. Optamos por acercarnos hasta un punto marcado en el plano como paso obligatorio, no muy lejos de allí, y de esa manera damos con el control, situado junto a unos rápeles de poca altura que dan paso a un barranco transitable pero incómodo que pasamos con rapidez para salir a un camino que nos baja hasta el control de Els Pontets, el número cuatro, donde firmamos, tomamos el avituallamiento que nos ofrecen y ascendemos por una empinada senda entre pinos que nos lleva hasta el quinto control, muy cerca ya del punto de llegada, Los Molinos, donde el fuerte viento ha obligado a suspender la prueba de tiro con arco. Después de haber estado corriendo cerca de un par de horas cruzamos la meta con la alegría de haber completado un nuevo Raid.

Después de intercambiar impresiones entre nosotros y con los demás equipos nos acercamos hasta donde trabaja la organización, están ultimando detalles, preparando las clasificaciones para la entrega de premios. Está a punto de culminar una labor de mucha gente durante muchos meses; les felicitamos por el desarrollo de la prueba y volvemos a agradecerles la oportunidad que nos han brindado, un año más, de disfrutar del deporte en pleno contacto con la naturaleza y en el marco espléndido de nuestra sierra.

En este momento pensamos sólo en descansar pero en nuestra mente ya va dando vueltas la idea de que, este año, empezaremos un poco antes a preparar el próximo Raid.

Jaime, Luis y Patricio
Equipo: La por es lliure.

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